Alimentar a los hambrientos y luchar contra la injusticia en Malasia

Alimentar a los hambrientos y luchar contra la injusticia en Malasia

Desde reuniones con ministros del gobierno hasta compartir alimentos con los hambrientos, uno de los obispos de Malasia dice que están compartiendo el amor de Dios tanto en palabras como en acciones.

El arzobispo Melter Jiki Tais, padre de cinco hijos, fue investido el año pasado como sexto arzobispo y primado de la Provincia de la Iglesia Anglicana del Sudeste Asiático. También es obispo de la diócesis de Sabah, en Malasia.

Habló de cómo la Iglesia está teniendo un impacto en el gobierno, las comunidades y los individuos en Malasia, a pesar de ser una religión minoritaria.

Según el arzobispo, Malasia es un país multirracial y multirreligioso, en el que los cristianos representan alrededor del 10% de sus 32 millones de habitantes.

«Hay un porcentaje muy pequeño de cristianos en el país», dijo. Como presidente de la Federación Cristiana de Malasia, que incluye la asociación de todas las Iglesias, el arzobispo Melter dijo: «Siempre me pregunto cómo ser la sal y la luz del mundo en el contexto de Malasia. Es un delito que los cristianos conviertan a los musulmanes, se puede ir a la cárcel por ello. Pero creo que el Evangelio es para todas las personas, independientemente de su raza y religión. Y por eso siento que la Iglesia de Jesucristo en Malasia necesita pensar en cómo ser sal y luz efectiva del mundo».

Cree que los efectos de la pandemia han dado a la Iglesia nuevas oportunidades para compartir el amor de Dios de forma práctica con todos los que han estado sufriendo.

«Creo que tenemos que construir buenos puentes de relación con nuestros semejantes, con nuestros vecinos y, especialmente en esta época, con la pandemia de la COVID-19, en la que nuestro movimiento es muy limitado. Una de las cosas en las que nosotros, como diócesis, y yo mismo, estamos implicados es en la atención social, proporcionando alimentos a las familias que se han visto gravemente afectadas por esta pandemia. Esperamos que, a través de estos actos de amor, el Señor, en su propia gracia y en su perfecto momento, toque los corazones de las personas que recibieron esos alimentos».

«La gente también ha perdido sus trabajos. De hecho, el número de casos de suicidio en Malasia desde el año pasado es muy alarmante, muy preocupante. Al rededor de tres o cuatro personas se suicidan cada día, porque han perdido sus trabajos y tienen préstamos bancarios que pagar. De hecho, ahora, literalmente en nuestro país, la gente está poniendo banderas blancas en sus ventanas, porque no tienen nada que comer».

Para el arzobispo, ser la sal y la luz en Malasia es también hablar contra la injusticia y la corrupción como líderes cristianos. «Cuando hablamos de política, especialmente en Malasia, hay muchas cosas que creemos que no son correctas. Por ejemplo, la corrupción, creo que en casi todo el mundo existe este problema. Pero, ¿cómo le transmitimos al gobierno que esto no está bien? Lo que hacemos normalmente es pedir una audiencia con las autoridades competentes».

En una reunión celebrada el año pasado con el ministro principal de Sabah y los líderes cristianos, el arzobispo explicó: «Dije que si la política del gobierno es buena para la gente del estado o del país, la Iglesia la apoyará, pero si la política no beneficia a la gente en todo el estado, y si las políticas marginan a ciertos grupos de personas, o si implica algunas formas de corrupción, entonces, dije, queremos decirles que esto no es correcto. Y queremos decírselo, no a través de las redes sociales, sino a través de este diálogo cara a cara. Y, de hecho, el ministro jefe lo apreció mucho».

Tras la reunión, el arzobispo Melter le ha podido enviar mensajes de texto directos al ministro para hacerle llegar sus preocupaciones sobre políticas o situaciones.
«A fin de cuentas, que el gobierno nos escuche o no, es otra cosa. Pero creemos que, en un momento como este, si es necesario que hablemos con el gobierno, lo haremos. No públicamente, pero buscaremos una audiencia con los ministros pertinentes y hablaremos con ellos sobre nuestro sentir. Porque creo que una de las cosas por las que hemos estado rezando cada semana en reuniones de Zoom, es para que el Señor elimine de alguna manera los llamados males en nuestro país».

«Siento que, como obispo, también tengo la responsabilidad de hablar con nuestros líderes proféticamente. A veces, como obispo, especialmente cuando uno es designado o elegido presidente de una organización cristiana, tenemos que ser muy sabios sobre cuándo hablar y cuándo no, y no tratar de responder a cada cuestión. Pero creo que, si tiene que ver con la fe cristiana, con socavar nuestra fe o incluso con marginar a ciertos grupos del país, tengo que hablar. Pero, de nuevo, ¿cómo hacerlo? Tenemos que hacerlo de forma muy, muy cortés y respetuosa. Por eso, cuando nos reunimos con el ministro jefe de Sabah el año pasado, se alegró mucho porque no acudimos a la prensa. En cambio, buscamos una audiencia con él, hablamos con él y agradeció mucho nuestro gesto».

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