Amar a las personas que Dios pone en frente de nosotros

La obispa de Montreal (Canadá) afirma que la pandemia le ha mostrado a la Iglesia nuevas formas de trabajar y le ha abierto los ojos a los necesitados justo delante de sus puertas.

La Reverenda Mary Gibson lleva seis años como obispa de la diócesis de Montreal, tras ser ordenada diaconisa en la diócesis en 1981. Dijo: «Montreal es un lugar de encuentro para muchos y lo ha sido durante miles de años. Es el territorio tradicional de los Haudenosaunee, los Anishinaabeg y los Wabanaki. La propia ciudad se fundó en 1642, y la diócesis data de 1760».

Mary habló con el equipo de la Conferencia de Lambeth sobre sus experiencias y sobre la manera en que la iglesia proclama buenas nuevas cuando hay tantas malas noticias a nuestro alrededor.

«Crecí leyendo Las Crónicas de Narnia, de CS Lewis, y una de las cosas que recuerdo de ellas es que aunque había cosas malas en todo momento, tenía la sensación de que Aslan (el León que representa a Dios en la serie) se movía, que incluso cuando parecía realmente distante, Aslan tenía un plan para aparecer y estaba al tanto de lo que ocurría. Eso me ha ayudado mucho a saber que Dios está con nosotros, incluso cuando no sepamos lo que Dios está haciendo o la razón por la que Dios ha permitido algo».

Antes de que comenzara la pandemia del coronavirus, Mary dijo que había estado rezando por la renovación y el resurgimiento en la diócesis.

«He visto renovación y resurgimiento, no el tipo de resurgimiento flamígero… pero a medida que avanzaba la pandemia, vi que la gente respondía con fidelidad y creatividad. Ha habido una profundización del discipulado y una profundización de la fe y la esperanza, un creciente acercamiento a la gente de la ciudad y a las necesidades de esta diócesis, una mayor conciencia del sufrimiento de la humanidad, de las injusticias raciales y de nuestra responsabilidad como Iglesia de afrontarlas y abordarlas en nuestra propia ciudad».

La obispa Mary cree que uno de los retos de la Iglesia en su zona es encontrar formas de vivir con humildad y responder tanto a lo que Dios está haciendo en el mundo como a lo que Dios está llamando a la Iglesia a hacer en el mundo.

«No nos paramos en el centro del mercado con el derecho a hablar… Se trata de encontrar la forma de vivir humildemente desde la posición en la que estamos en la sociedad y de encontrar la forma de enseñarle a nuestras propias congregaciones, a nuestras comunidades, que no basta con estar bautizado y confirmado e ir a la Iglesia los domingos. Es más que eso. Ser un seguidor de Jesús es ser alguien que no para de aprender de él, de caminar con él, de escucharle y de sacrificarse con él; y amar a las personas que él nos pone en frente, lo que no siempre es fácil».

Entonces, ¿cómo hace la Iglesia de su diócesis para realizar la misión y la evangelización?

«Parte de la misión consiste en ayudar a la congregación a empezar a mirar hacia fuera y decir: ¿Quién está hambriento de Dios? ¿Cómo podemos llegar a ellos y qué podemos hacer? Varias de nuestras congregaciones han desarrollado cursos Alpha en línea, de atención al duelo en línea, de atención al divorcio en línea, servicios en línea, Iglesia desordenada (Messy Church) en línea, y ha sido extraordinario ver cómo la gente ha intentado realmente llegar a otros con la Buena Nueva».

«Naturalmente, parte de la misión tiene que ver con la atención a los recién llegados, los refugiados, los hambrientos, los sin techo, los solitarios, los deprimidos. Y parte de eso es llevar el amor de Jesús a personas que no saben cómo encontrarlo por sí mismas, o que no esperan que nosotros sepamos dárselo».

«Durante la pandemia, algunos cristianos del centro de la ciudad se dieron cuenta de que no había ningún banco de alimentos que sirviera a una zona concreta. Así que, como se vieron obligados a suspender su ministerio con los jóvenes a causa del aislamiento, pudieron poner en marcha un ministerio para quienes no tenían alimento y llegar a la gente de esa zona. Este ministerio continúa y es una verdadera bendición. Hemos visto que las iglesias del centro de la ciudad son cada vez más conscientes de que hay gente hambrienta justo delante de su puerta».

La obispa Mary dijo que está entusiasmada con las lecciones para la Iglesia que saldrán del confinamiento, pero reconoce que serán cosas diferentes para cada congregación.

«Vamos a seguir con un ministerio en línea porque nos dimos cuenta de la cantidad de gente que no había podido venir por impedimentos físicos, o por la distancia y demás. Muchos entienden ahora que no necesitan sus edificios y van a continuar en una especie de formación de iglesias en casa con una identidad que no tiene un techo puntiagudo y que, no obstante, tiene una fe robusta y quiere sacarla adelante».

«Creo que la esperanza para una congregación y para nuestra diócesis es que tenemos que mirar fuera de nuestro ‘espacio seguro’ para ver a quién nos llama a amar y servir Dios. Aunque a veces Dios tenga que trabajar un poco en nosotros».

Cuando una familia de refugiados cruzó la frontera hacia Montreal justo antes de Navidad, la obispa Mary acabó invitándolos a comer con ella el día de Navidad. Explicó: «Había planeado tener una Navidad muy tranquila, para variar. Pero cuando los conocí en la catedral, pensé… ‘¡Este puede ser Jesús, creo que tengo que invitarlos a cenar! Así que, aunque el diácono y yo, y nuestras familias, habíamos planeado tener una cena tranquila, acabamos invitándolos a unírsenos y nos hicimos amigos. Dios tiene una manera de hacernos crecer en comunidad si nos comprometemos a amar a la persona que Dios nos pone en frente. Y creo que Dios puede ayudarnos con eso. Espero que mis congregaciones estén dispuestas a amar a las personas que Dios les pone en frente y a crecer con esa relación».

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